No hace tantos años resultaba un tanto exótico que un restaurante le presentase una carta de aguas. Al fin y al cabo, siempre se ha dicho que el agua es incolora, porque es transparente. Inodora, porque no huele nada. E insípida, porque tampoco sabe a nada.
Sin embargo, hay ciertos matices. Los diferentes componentes y minerales que se encuentran disueltos en las diferentes aguas del mercado, marcan la diferencia. Unas diferencias que si sabemos catarla adecuadamente podremos distinguir cualquiera de nosotros. Apreciando la calidad de unas en detrimento de otras, sus diferentes sabores y, porque no, la exclusividad de su lugar de origen.
En ese último punto destaca el agua procedente de icebergs, como la de Svalbardi. El agua embotellada más septentrional del mundo procedente de hielo prístino, encerrado durante milenios, que es recolectado días antes de derretirse en las aguas del ártico.
Puede parecer algo raro y sorprendente, pero lo cierto es que es una práctica utilizada por los inuit desde hace siglos. En sus largas expediciones cortaban trozos de iceberg para llenar sus cantimploras. Ahora, esta práctica se ha extendido a todo el mundo y es una de las aguas embotelladas más preciadas del mundo.
El agua de Svalbardi procede de los glaciares de Svalbard, que cada año desprenden aproximadamente 5 mil millones de metros cúbicos de icebergs al Océano Ártico. Antes de que se derritan en el mar, son recolectados para crear esta agua tan exclusiva. Los mejores icebergs son los que pertenecen a la parte interior más protegida del glaciar, ya que son los que datan de la era preindustrial y, por tanto, más puros.
Luego, el hielo se derrite con una máquina especialmente construida para ello y se embotella, sin utilizar filtros que alteren su química. Solo filtro de micrones y luz ultravioleta para cumplir con los estándares internacionales.
El resultado es un agua fina y pura, sin nitratos, ni contaminantes, con una mineralidad ultra-baja que la hacen excepcionalmente suave en boca, con un ligero bocado y dulzor. Es perfecta para acompañar platos delicados, chocolates o bebidas para realzar los sabores. Marina perfectamente con salmón ahumado, caviar, langosta, foie gras y carnes selectas.
Cada expedición produce hasta 13.000 botellas de agua potable pura, de edición limitada. Unas botellas de vidrio que destacan por un diseño que reflejan la claridad del hielo antiguo, con una banda azul verdosa que simboliza el glaciar del que procede y con un tapón de madera que representa la madera flotante que salpica las costas de Svalbard. Todo ello, presentado dentro de un tubo de regalo, que la protege en su viaje desde el ártico hasta cualquier punto del mundo en el que se distribuye.
Un packaging muy sostenible y reciclable que se une a los valores de Svalbardi contra el cambio climático, ya que con la compra del agua del Ártico está ayudando a la conservación de este bello paraje del mundo.
Esta rocambolesca idea de embotellar agua de iceberg surgió de la mano del noruego-estadounidense Jamai Qureshi, quien recogió agua de deshielo como regalo para su esposa mientras viajaba por Svalbard (Noruega), en 2013. Pensó que con esa agua tan pura, su mujer podría hacerse la mejor taza de té. Cuatro años después, esa idea se convirtió en una idea de negocio y nació Svalbardi. Un agua muy apreciada por los mejores catadores y que cada vez cuenta con más adeptos. Tantos, que actualmente no hay stock. Si desea probarla, deberá apuntarse en una larga lista de espera y será avisado en el momento en que vuelva a estar disponible.
© Imágenes Svalbardi
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